Born to be wild, una mítica canción de una legendaria película de 1969: Easy Rider, un western a lomos de dos Harleys Davidson
Recientemente ha fallecido Peter Fonda, recordado por una película mítica: “Easy Rider”, que también cumple 50 años en 2019. Los protagonistas decían haber nacido para ser salvajes: “Born to be wild”. Ese es el título de la canción más representativa de la película y es la que traemos hoy a LA HISTORIA DETRÁS DE LA CANCIÓN. Los Steppenwolf, una banda californiana de origen canadiense, la grabaron en el 68 y un año después fue una de las elegidas para ser la banda sonora de ese film generacional de culto que fue Easy Rider, que en España fue estrenada con el ridículo título de “Buscando mi destino”. En fin, cosas de la época.Play/Pause
La protagonizaban dos actores de la talla de Dennis Hopper – quien fue, además, el director- y Peter Fonda, que cabalgando sus respectivas Harleys Davidson recorren el trayecto entre Los Ángeles y Nueva Orleans cruzando los Estados Unidos de oeste a este siguiendo la estela del guru del movimiento de los beatnicks, Jack Kerouak y su novela “On the road”. Ah, y también hay secundarios de lujo, como Jack Nicholson. Hay quien ha definido la película “Easy Rider” como un western con motos, siendo la canción “Born to be wild” el himno motero por excelencia desde entonces. En América, en Europa y en todo el mundo los moteros copian esa estética y hacen suyos los versos con los que arranca la canción: “Pon el motor en marcha, adéntrate en la carretera buscando aventuras y lo que se cruce en el camino. Nacimos para ser salvajes, podemos volar muy alto, no quiero morirme nunca”.
La película era un canto a la libertad, una de las mejores road-movies que se han filmado nunca, con un final funesto, como, ay, casi siempre pasa con los seres libres que quieren reivindicar eso: su individualidad, su sagrada libertad. El trágico final de la película coincide con el amargo cierre de una década, la de los sesenta, que empezó maravillosamente y que acabó en llamas, con asesinatos de figuras míticas, con violencia, con enfrentamientos civiles, con desastres y con una cruda guerra que América perdería. Era el final de otro sueño americano. Y en “Easy Rider” se sublimaba toda aquella contracultura basada en las motocicletas, las carreteras, el rock en todas sus vertientes, la psicodelia, las drogas alucinógenas, la cultura hippy, las comunas y el amor libre. Esa colección de sueños, supongo, eran demasiado, por desgracia.